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Miguel García: un inventor perseverante

Miguel García es ingeniero desde hace 16 años, de los cuáles 6 los ha dedicado a crear dispositivos que detectan minas antipersonal sin recibir ni un solo peso por ello ¿Qué lo motiva? Salvar vidas, especialmente de niños que sufren el flagelo de estos artefactos.

 

Ni siquiera ha recibido financiación para alguna de las fases del proceso porque como él dice: “justificar la plata en investigación no es fácil”. Y más cuándo se trabaja solo, en casa sin un grupo de investigación o academia que lo respalde.

 

García de 39 años, es ingeniero electrónico de la Universidad San Martín, especialista en informática y automática industrial de la Universidad Distrital. Como le sucede a muchos profesionales colombianos, desempeñarse en su campo de estudio no fue fácil “mi trayectoria profesional ha sido muy variada. Toca desempeñarse como ingeniero mecánico, como ingeniero eléctrico, como ingeniero de sistemas, pero netamente como electrónico casi no. Entonces digamos que mi experiencia inició en mantenimiento de maquinaria, maquinaria de construcción, después estuve trabajando por ahí en una petrolera. Después estuve trabajando en industria farmacéutica haciendo instalación y mantenimiento de equipos de química farmacéutica. Después fui jefe de ingeniería también en una farmacéutica. Ahí se desarrollaron algunas cosas. Hay algo que ha pegado mucho, que es un dispensador automático que uno le pone la mano y suelta el gel, ese yo lo desarrollé para Quirumédicas”, recuerda Miguel García.

 

Pero el ingeniero electrónico, aburrido de que no hacía lo que le gustaba, creó su propio emprendimiento: Logical Electronics, en Marzo del 2015 y hasta la fecha ha trabajado en temas de desarrollo de hardware, software e impresión 3D, lo que lo llevó a convertirse en lo que él mismo describe como un Maker: “desarrollo tecnología, aplicaciones, tarjetas electrónicas. Muchas veces se toma algo importado, se verifica su funcionamiento y a partir de ello se crea algo que cumpla realmente con los requerimientos de lo que busca el cliente acá”, argumenta el ingeniero García.

 

Había transcurrido un año desde que inició su propia empresa cuando un día mirando las noticias observó un reporte de víctimas por minas antipersonal, de los que seguramente todos los colombianos hemos visto en televisión alguna vez en la vida. Esto conmovió profundamente a Miguel, sobre todo al saber que dentro de las víctimas civiles de este flagelo se cuentan niños y niñas, y que hay artefactos explosivos puestos incluso alrededor de escuelas. No podía entender cómo era posible que una persona se estuviera quejando de dolor y que no se pudiera hacer nada, que tuviera que esperar horas para que un helicóptero pudiera recogerla, “ o sea yo no quisiera ni perder la primera falange de mi pie del dedo pequeño. Es algo que no se puede recuperar, que cambia la vida y no solo de la persona víctima si no de todo su núcleo familiar. Y si yo pudiera hacer algo para que esto no siga ocurriendo, es lo que más quisiera. Yo siempre he querido desarrollar lo propio para nosotros porque en Colombia tenemos unas necesidades muy diferentes a las que hay en otros lados. Dije: ¿por qué no poner algo de mi conocimiento para ayudar a los demás?”, explicó el ingeniero Miguel.

 

Un maker en acción:

 

Para graduarse de la especialización, Miguel creó unos robots que se comportan como un hormiguero y pensó que podría implementar algo similar para buscar minas antipersonal. Se encontró con una primera dificultad: en Colombia la geografía es muy complicada, hay pocos terrenos planos, todos son empinados, hay mucha maleza y vegetación por lo que usar robots no aplicaba para todos los lugares.

Aún así no se dió por vencido y se fue metiendo en el tema de los artefactos explosivos improvisados, lo que lo llevó a asistir a un congreso de desminado que hubo en el 2016 donde tuvo un primer acercamiento con el Ejército, con quienes según Miguel, es necesario mantener la constancia. Del Ejército le facilitaron algunas muestras de explosivo ya neutralizado y con eso comenzó a desarrollar un detector, ya no un robot sino primero un detector que se pudiera acoplar a una persona o a un robot. “Yo alcancé a hacer un acuerdo marco con el Ejército pero con el Ejército hay otro problema y es que ellos cambian de mandos, al haber cambio de mando a todos los mueven, los ascienden y ahí se perdió el contacto. Hasta finales del año pasado”, cuenta Miguel García.

 

Desde el 2016 comenzó un trabajo continúo, de ensayo y error, de aprendizaje. No paró, incluso durante la pandemia siguió mejorando el prototipo. Ya con un primer sensor listo siguió trabajando en el cuerpo que le permitiría llegar a las zonas donde se necesitaba. Inicialmente creó un robot que tenía un sistema de oruga para moverse, luego lo cambió por ruedas e incluso puso el sensor en un sistema portátil que las personas encargadas de desminado pueden ajustar en su tobillo.

Prototipo portátil desarrollado por Miguel para detectar volátiles de las minas antipersonal a ras del suelo.
Prototipo portátil desarrollado por Miguel para detectar volátiles de las minas antipersonal a ras del suelo. Fotografía: Sebastián Cortés.

“La idea es que él va detectando un radio de cubrimiento, entonces antes de que una persona llegue a pisar un artefacto explosivo, esto le avise. Este fue el primero que Alejandro se llevó y probó en campo. En esa época (2019-2020) detectaron como dos artefactos explosivos”, cuenta el ingeniero García.

 

Alejandro Pérez Álvarez a quién se refiere Miguel, es director de operaciones de la Campaña Colombiana Contra Minas a dónde Miguel llegó por una coincidencia y se emociona cuándo se acuerda de ese momento “¡Ah! Eso fue una cosa chévere. Resulta que un tío mío es profesor de la Universidad Distrital, en topografía. Unas de sus alumnas estaban haciendo prácticas en la Campaña. Entonces él me dijo: mire, le doy el teléfono de una de mis alumnas, llámela porque ella está trabajando con algo como de desminado para ver qué puede hacer. Ella me dijo: listo, venga. Pero obviamente ella era una practicante y Alejandro siempre está fuera de Bogotá, pero casualmente ese día Alejandro estaba ahí, yo llevé este robot y desde ese día él dijo: no, este man si tiene algo que nadie más ha hecho”, recuerda Miguel García.

 

Y es que a Alejandro en sus más de 10 años de trabajo con explosivos en Chile y luego en Colombia, le han ofrecido muchas ideas que parecen maravillosas para detectar minas antipersonal, pero a la hora de la verdad se quedan solo en propuestas. “Ideas hay montones. Pero sin duda, desde la primera guerra mundial en adelante lo más efectivo que siempre ha habido es el hombre con el detector y el hombre con su palita excavando dónde está el artefacto explosivo que estamos buscando. Entonces sin duda, hay muchas cosas que son unas innovaciones tremendas, pero en cuánto a técnicas, la técnica de desminado manual siempre es la mejor, la que sin lugar a dudas me entrega un terreno libre de sospecha de contaminación”, explica Alejandro Pérez.

 

Aún así cree que el proyecto de Miguel sería el complemento perfecto para las labores que realizan, junto con un GPR (radar de penetración de tierra) y un detector de metales. “Él tiene muchos proyectos, es un tipo súper interesante porque hace desde domótica, automatiza lo que se te ocurra hasta no sé, tiene hasta acuarios inteligentes ¿no? es multifacético, es un inventor loco”, resalta Pérez.

Lo que se ha logrado y las dificultades

 

Como lo dice Pérez, Miguel también se dedica a acuarios, le gustan y en muchas ocasiones es lo primero que hace al levantarse: ir a mirar sus plantas. Sí le gustan los acuarios, pero también lo hace como un negocio paralelo para poder sobrevivir porque a pesar de que Miguel sea un inventor, no ha recibido apoyo económico para llevar a cabo sus proyectos. Ante la pregunta: ¿No te has sentido estancado por falta de financiación? Miguel cuenta: “Todo el tiempo. Por eso tengo el otro emprendimiento de las plantas y me busco de cualquier otra manera la forma de ganar dinero para sobrevivir y poderle inyectar a los proyectos”.

 

El ingeniero García intentó pedir financiación a Colciencias, sin embargo le pareció que debía contar con una persona muy buena en gestión de proyectos para poder presentarse y que saliera elegido, algo similar sintió al presentarse en el SENA. Además si le daban la oportunidad tenía que dedicar parte de su tiempo en acciones administrativas, “o sea yo me puedo dedicar a la ingeniería, pero también el tema gerencial es muy complejo. Para que le condonen a uno la deuda hay que demostrar que uno no se va a quedar con la plata, entonces es más demostrar que no se la va a robar que lo que vas a hacer como resultado”, argumenta Miguel García.

 

Adicionalmente, en el proceso de Miguel al ser una investigación desarrollada por sí mismo en la que tiene que importar tecnología de otras partes del mundo, él no sabe si va a lograr sus objetivos en 6 meses, un año o en 5 años. Lo que para él ha representado un problema en cuanto a la solicitud de fondos, “casi que es mejor ya tener un proyecto funcionando y casi que con ventas para hacer una solicitud de fondos y hacer crecer esas ventas, pero para una investigación no es muy viable por ese tema, porque toca demostrar cada peso y a veces hay que traer un sensor…ese sensor no funcionó, hay que comprar otros dos en otro lado y así, entonces se vuelve muy difícil manejarlo de esa manera”, explica el ingeniero.

A pesar de estos problemas a Miguel no le han faltado nunca ganas, con las muestras que le facilitó el ejército empezó a documentarse, a buscar sobre cada uno de los compuestos químicos que usan para la elaboración de explosivos. Encontró que muchos de estos desprenden iones a la atmósfera que pueden ser detectados con sensores que ya se encontraban en el mercado. Un sensor puede leer varias cosas, pero lo que hizo Miguel fue sacar la ecuación de comportamiento de cada sensor, que es dada por el fabricante, usar un método matemático para identificar de todas las lecturas que hace el sensor cuál era la más cercana al compuesto químico (ión) que él estaba buscando.

Esto es similar a nuestro sentido del olfato, podemos percibir muchos olores a la vez ¿pero qué tal si pudiéramos elegir solo uno o un grupo para oler? Debido a que las minas tienen volátiles particulares, era necesario diseñar un software para que el sensor se enfocara sólo en ciertos compuestos.

Cada uno de los compuestos usados como explosivos pueden liberar a la atmósfera más de un ión, por eso Miguel usa más de un sensor que van enganchados a todo un software que interpreta las señales que reciben todos los sensores y permite determinar qué ión es, inclusive cuál compuesto explosivo es. Y no se queda ahí: “si le pongo a esto un GPS entonces, él puede saber qué encontró, más o menos en qué cantidad y en dónde lo encontró”, comenta Miguel García.

De acuerdo con una presentación realizada en el 2015 por el Centro Nacional Contra Artefactos Explosivos y Minas (CENAM), el análisis de sustancias explosivas usadas en el país arrojaba un amplio espectro de compuestos entre los que se incluyen TNT, pentolita, pólvora negra, entre otras. El ingeniero Miguel ha tenido en cuenta también esta realidad. Ante la pregunta ¿Probaste un abanico de explosivos, no solo ANFO sino otros? responde: “sí porque el nitrato de amonio es el que más está digamos… masificado, es como el 95% del que se usa pero a partir del nitrato de amonio también hay otros. Entonces está el ANFO, el ANFO puro, a veces lo combinan con DIESEL, está el TNT. También he logrado detectar TNT, PEN, pentolita, pólvora negra, RDX y C4. Son una gran cantidad de componentes explosivos que se usan, inclusive también he detectado INDUGEL”, explica García.

La sensibilidad de este desarrollo para detectar compuestos químicos volátiles es muy alta, Miguel dice que incluso puede leer componentes en el aliento de una persona y las muestras que ha usado son de cantidades de explosivo pequeñas de 10 o 20 gramos, incluso teniendo los frascos cerrados se alcanzan a localizar.

La alta sensibilidad de su dispositivo la ha probado de formas insólitas: “Tengo un maletín con explosivos que vende Indumil para entrenar perros y he entrado a guarniciones militares y no me han detectado. Lo llevo en el baúl del carro y me dicen: abra el baúl y yo: ay no… Pero el perro no lo detecta y yo pongo mi dispositivo sobre el maletín y él me pita de una vez, lo detecta y el perro no. Es tan poquita la sustancia que el perro no lo detecta. Una de las últimas veces que fui a una conferencia en la Escuela de Ingenieros Militares yo creí que iba a almorzar dentro de la escuela, tenía la maleta porque estaba haciendo la demostración de estos productos, pero ya no había almuerzo dentro de la escuela, me tocó salir y al volver pasé la maleta por rayos X y no…”, recuerda García.

Los ensayos en laboratorio y campo controlado Miguel los ha realizado en su casa, en el laboratorio que ha ido adecuando para su trabajo y en el parque, dónde ha enterrado muestras a diferentes profundidades y ha logrado detectarlas todas. Algunas con mayor intensidad en la señal que otras, pero los ha detectado. “Se ha logrado detectar a veces a 1 metro, 2 metros de distancia o a veces ya cuando está ahí encima. Por ejemplo si es un tarrito con 10 gramos y que está recién enterrado a 15 centímetros de profundidad, se detecta ya encima. Depende de varios factores como de la cantidad de explosivo que hay, del tiempo que lleva enterrado porque se van emanando los volátiles y se van perdiendo o incluso a veces entre más tiempo más fácil detectarlo porque hay muchos más iones de él ya disueltos en la tierra y en muchos lados”, explica el ingeniero Miguel.

 

Otro tipo de pruebas que ha podido realizar con el sensor puesto sobre un robot con ruedas, fueron hechas en campo controlado en Tolemaida, donde también pudo enterrar la muestra de explosivo y buscarla con el robot dirigido desde el celular e igual se han obtenido buenos resultados.

Ahora según Alejandro Pérez lo que deben hacer es trabajar en silenciar algunos olores que están interfiriendo y anular factores que pueden generar ruido como el viento.

 

Aún así el trabajo del ingeniero Miguel García ha tenido gran acogida y en Marzo del 2021 envió uno de sus dispositivos al Reino Unido para una empresa que hace desminado con máquinas barredoras. Debido a que hay zonas dónde no se pueden usar las máquinas por ejemplo en parques naturales, la empresa le compró uno de los prototipos que Miguel venía desarrollando.

Máquinas que usa la empresa de Reino Unido. Fotografía: Archivo personal de Miguel García.

García no solo ha trabajado en la naríz electrónica que ha implementado en dispositivos portables y robots, sino que también ha desarrollado pinzas para manipular artefactos sospechosos a 3 metros de distancia, un cohete que permitirá detonar explosivos desde lejos o enviar cosas cerca de carros sospechosos. También está trabajando en un cañón disruptor para neutralizar artefactos explosivos y en un robot más robusto que sea mucho más económico que los que actualmente se comercializan, que según el ingeniero Miguel pueden superar los 500 millones de pesos mientras que su idea es hacer uno que ronde los 25 millones de pesos.

Lo que viene y otras aplicaciones

 

Luego de realizar las mejoras posibles a cada dispositivo especialmente al sensor para la detección de minas antipersonal, Miguel García debe comenzar un proceso para su verificación y validación que permita utilizar el desarrollo para desminado. Este proceso debe realizarse a nivel internacional con organismos como la IMAS (International Mine Actions Standards) para que se acredite el desarrollo como funcional para la detección de minas antipersonales.

A pesar de que García se le ha medido a aprender nuevos lenguajes de programación, entender y usar sensores que no conocía, aprender a imprimir en 3D, incluso se le midió a aprender de química para tener claro qué volátiles tenía que buscar de cada compuesto explosivo, cree que este paso de verificación y validación es el más difícil, “esa es la parte más complicada. O sea hay dos partes que veo ahorita complicadas, una esa parte de certificarlo, para eso obviamente toca en campo o en campo, habrá una cantidad de formatos y de cosas que uno tenga que llenar y quién sabe cuánta inversión económica haya que hacer porque hasta el momento todo ha sido inversión mía. Y lo otro es patentar porque pues es una tecnología que cualquiera puede coger y copiar… pues no es tan fácil porque digamos cualquiera puede coger y desarmarlo, ver qué sensores tiene, pero el software no, el software y los algoritmos eso sí es algo propio que yo tengo, entonces es más difícil. Ya sacando la versión final y probándola en campo se vería si con Alejandro y la Campaña se puede conseguir alguna financiación”, dice Miguel García.

Y es que el sensor de volátiles, la naríz electrónica puede tener muchas aplicaciones. Miguel ya lo probó en trampas de grasa, una compañía que vende bacterias a los restaurantes para que apliquen en las trampas le pidió que midiera el olor antes y después de aplicar su producto y garantizar que los químicos causantes del mal olor como el amoniaco y los sulfuros se ajustaran a lo que les pide la norma en el país. “Como el olfato es muy subjetivo, el olfato humano, entonces hay personas a las que una cosa les huele a feo y otras cosas no, o inclusive uno está sintiendo el olor a feo y después de un tiempo uno se acostumbra y ya no lo siente, mientras que con el dispositivo no hay pierde”, dice el ingeniero Miguel.

 

Seis años, horas de trabajo incontables y 80 especies de plantas  para acuarios a la venta que le permitan financiarse, han sido reconocidos con medallas y un espacio de entrevista en la emisora de la Universidad Distrital.

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Medallas de reconocimiento  al trabajo realizado. Izquierda: otorgada en Rovers Competition 2019. Derecha: otorgada por el Centro Nacional Contra AEI y MINAS CENAM. Fotografía: Magda Cortés.

“Con este robot me presenté hace como dos años aquí en el Jardín Botánico a una feria que había de robótica enfocada al agro y me gané esta medalla. El año pasado me dieron esta del Ejército, del grupo del CENAM. En el 2019 también me permitieron una entrevista en la emisora de la Universidad Distrital para promocionarme, eso fue chévere”, cuenta Miguel García.

 

Hoy en día García sigue en su laboratorio, entre plantas para acuarios, su impresora 3D, prototipos en proceso de desarrollo para entregarlos al ejército y a la Campaña Colombiana Contra Minas. Con orgullo y la intención de seguir aportando a la construcción de paz da a conocer su trabajo.

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Miguel con una réplica en 3D diseñada e impresa por él mismo. Fotografía: Sebastián Cortés.
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